El Bhagavad Gita o "Canto del señor" es un episodio del Mahabharata que puede fácilmente señalarse como el centro del que deriva todo y a lo que todo conduce. A pesar de ser un episodio de la gran epopeya, el Gita es, por sí mismo, un gran poema impregnado de filosofía y con un indiscutible mérito literario. Su primera traducción fue realizada en 1785 y desde entonces se ha convertido en una de las lecturas orientales más conocidas en occidente.
Para alguna crítica occidental, las imágenes, comparaciones y el contenido del Bagavad gita deja de lado incluso los versos de Homero en sus dos epopeyas. El encanto del gita proviene de la antítesis de su misma estructura: posee pasajes maravillosos de una sencillez única y, a su vez, posee otros de una majestuosidad imponente; en el gita puede encontrarse delicadeza, sublimidad y un sentimiento exquisito. Pensamientos profundos, metafísicos, llenos de imágenes palpables de un colorido tal, que desafían la audacia de los poetas. Cada frase revela la riqueza del lenguaje, la elocuencia y la inagotable imaginación de su autor/autores (recordando que el Mahabharata se ha mantenido y nutrido de la tradición oral).
El Bhagavad gita se desarrolla antes de la gran batalla de Kurukshetra cuando el valiente Arjuna palidece y cede ante el miedo que le produce luchar contra su misma familia sólo por un trozo de tierra; es entonces cuando su auriga, Krishna, comienza a insistir y explicar el porqué se justifica aquella guerra y por qué es necesaria. Arjuna comprende todo esto pero se niega a matar a sus familiares, Krishna insiste. Todo este diálogo lleva a develar la verdadera naturaleza de Krishna, divinidad encarnada para destruir la maldad en la tierra. Arjuna comprende el verdadero propósito de todo, entiende que el verdadero conocimiento de lo infinito no cabe en una mente humana y cede ante las palabras de Krishna.
El Bhagavad gita es ese libro que no se puede dejar de leer.
A continuación algunos pasajes:
Los hombres de corazón sabio
no lamentan la suerte de quienes viven
ni de quienes han fallecido.
Ni tú ni yo, ni ningún otro ser…
jamás ha dejado o dejará de ser…
siempre y para siempre.
Todo cuanto vive, vive eternamente.
Así como el cuerpo humano
experimenta la infancia, la juventud y la vejez,
así también el alma toma
y abandona sucesivamente
diversas moradas físicas, una y otra vez.
Los sabios conocen esta verdad
y no temen a la muerte.
¡El alma es indestructible
y se expande por doquier!
No puede jamás ser detenida,
decrecer o cambiar en forma alguna.
Sólo éstas, nuestras formas temporales
-en las cuales mora el espíritu inmutable,
inmortal, infinito- son perecederas…
Quienes no conocen la verdad, podrán afirmar:
“He matado!” o pensar: “¡He muerto!”.
Pero el alma no puede matar;
el alma no puede morir.
El espíritu no tiene nacimiento,
ni puede perecer jamás: Ha existido desde siempre.
¡El comienzo y el fin son sólo sueños!
El espíritu permanece por siempre
inmutable, sin nacimiento ni muerte.
Aunque su morada temporal perezca,
el espíritu es invulnerable a la muerte
Te digo que las armas no pueden
atacar al alma;
ni pueden las llamas quemarla,
ni las aguas ahogarla,
ni los vientos secarla.
Inaccesible e inconquistable,
invulnerable e intocable;
inmortal, estable, todopoderosa, segura,
invisible e inefable; más allá
del pensamiento y la palabra,
un todo en sí misma: así es el alma.
Así como los hombres se despojan
de sus vestimentas usadas y,
adquiriendo nuevos ropajes, deciden:
“Éstos usaré hoy”,
así el alma se deshace
también calladamente
de su vestidura de carne,
y pasa luego a heredar
un nuevo ropaje.
"Lo irreal no existe y lo que es real nunca deja de existir".
" Cuando el velo de la ilusión se aparta y se les permite a los ojos ver la verdad, nos damos cuenta de que los ojos no son suficientemente fuertes para resistir su presencia"
No hay comentarios:
Publicar un comentario