jueves, 6 de diciembre de 2012

Creación




Mito de la creación del Rig Veda: 
   
      El Hombre (Purusha) tiene mil cabezas, mil ojos, mil pies. Se extiende por la tierra en todas partes y la supera en el ancho de diez dedos. El propio Hombre es todo esto, todo lo que ha sido y todo lo que será. Él es el señor de la inmortalidad y señor también de lo que crece por el alimento. Ésta es su grandeza, y el Hombre es todavía mayor que eso. Todas las criaturas constituyen un cuarto de él; tres cuartos son lo inmortal del cielo. Con tres cuartos el Hombre ha subido arriba, y un cuarto de él todavía permanece aquí, desde donde se extiende por todas partes, penetrando lo que come y lo que no come. De él nació Viraj, y de Viraj vino el Hombre, que, habiendo nacido, se extendió más allá de la tierra por delante y por detrás. Cuando los dioses ofrecieron el sacrificio, utilizando al Hombre como ofrenda, la primavera fue la mantequilla clarificada; el verano, el combustible; el otoño, la oblación. Ungieron al Hombre, el sacrificio, nacido en el principio, sobre la hierba sagrada. Con él los dioses, los Shadhyas y los sabios sacrificaron. De ese sacrificio en el que se ofreció todo, se obtuvo la mantequilla clarificada, y ellos la transformaron en los animales que viven en el aire, en el bosque y en las aldeas. De este sacrificio en el que se ofreció todo, nacieron los versos y los cantos, nacieron los metros y las fórmulas. De él nacieron los caballos y aquellos otros animales que tienen una doble serie de incisivos; de él nacieron las vacas, y las cabras y las ovejas nacieron de él. 
      Cuando dividieron al Hombre, ¿en cuántas partes lo dispersaron? ¿Qué fue de su boca, qué de sus brazos, qué de sus dos muslos y cómo llamaron a sus pies? Su boca fue el Brahmán, sus brazos se convirtieron en los nobles, sus dos muslos fueron el pueblo, y de sus pies nacieron los siervos. La luna nació de su mente; el sol nació de su ojo. De su boca vinieron Indra y Agni, y de su aliento vital nació el viento (Vayu). De su ombligo nació la atmosfera; de su cabeza apareció el cielo. De sus dos pies vino la tierra, y las regiones del firmamento de sus orejas. De este modo formaron los mundos. Había siete palos de fuego rodeándole y tres veces siete palos de fuego cuando los dioses, al ofrecer el sacrificio, ataron al hombre como animal sacrificial. Con este sacrificio los dioses sacrificaron; éstos fueron los primeros dharmas. Y estos poderes alcanzaron la bóveda del cielo, donde habitan los antiguos Shadhyas y los dioses. 



Mito recopilado por: Doninger O'Flaherty, Wendy (ed) (2004) Mitos hindúes. Madrid = Siruela

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